Domingo de Ramos


Oración del grupo “jóvenes”
San Mateo, sábado 01 de Abril de 2017

Contemplaba Jesús los muros y el templo magnífico de la ciudad santa, y arrasados en lágrimas los ojos exclamó:

«¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como reúne la gallina a sus polluelos al abrigo de sus alas, y tú no lo has querido. Perecerán tus hijos al filo de la espada, y serán llevados cautivos a todos los pueblos; Jerusalén será hollada por todas las gentes, hasta que llegue la plenitud de los tiempos en las naciones”»

Jesús, a pesar de haber hecho todo lo que debía y podía, sentía  que las cosas no habían salido como deseaba. Él siente que lo que va a suceder es mucho más grande que lo que sus discípulos pueden pensar, que incluso parece que se olvidan de lo importante. Jesús sabe que lo van a matar, pero la causa del lloro de Jesús era la visión de Jerusalén, que traspasaba el corazón. Jerusalén, que había rechazado al Hijo de Dios y desdeñado su amor, que rehusaba ser convencida por sus poderosos milagros y que estaba por quitarle la vida. Él vio lo que era ella bajo la culpabilidad de haber rechazado a su Redentor, y lo que hubiera podido ser si hubiese aceptado a Aquél que era el único que podía curar su herida. Había venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla?

Homilía de S.S. Francisco, 12 de marzo de 2015, en Santa Marta).

Esta es la historia de Dios. Parece que Dios llorase, aquí. Te ha amado tanto, te he dado tanto y tú… Todo contra mí. También Jesús mirando a Jerusalén lloró. Porque en el corazón de Jesús había toda esta historia donde la fidelidad había desaparecido. Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el camino de la vida seguimos un camino de endurecimientos: el corazón se endurece, se petrifica; y la Palabra del Señor no entra. Y el pueblo se aleja. También nuestra historia personal se puede convertir en esto. Y hoy, podemos preguntarnos: ‘Yo, escucho la voz del Señor, o hago “lo que quiero”?

Entre Tú y yo

Qué es “lo que quiero”? Algo me dice que lo que quiero y lo que quieres para mi, es lo mismo.
Caminando contigo, descubro un nuevo horizonte. Aún no lo distingo bien… pero no me importa. Entraré contigo​ en Jerusalén, y viviré contigo cada día de esta semana… para a través de Ti alcanzar ese horizonte, que es mi destino. 

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