Cuarto domingo de adviento 2018

“En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.” 

María es la figura de la esperanza, de la acogida. Ella está a la escucha, en actitud humilde, abrazando a su hijo y aceptando la voluntad de Dios. El ángel le dice que no tema y que esté alegre. Ella dijo que sí, ella aceptó la Voluntad de Dios, desde su humildad, con valentía, desde la pregunta ¿qué quieres de mí? 

Hemos estado preparando estas cuatro semanas la llegada de Jesús, hemos preparado nuestro corazón para que él nazca, pero llega la cuestión más importante, ¿vamos a acogerlo? ¿vamos a acordarnos de él cuando todas las fiestas, regalos, comidas y demás cosas lleguen?


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